Una pataleta no es agradable para los padres ni el niño
que la sufre.
Contemplar un(a) pequeño(a) energúmeno(a) gritando,
llorando, arrastrándose por el suelo mientras patea y manotea
puede hacer sentir a sus padres tremendamente frustrados, ansiosos
o molestos. Inevitable será pensar que algún error
se ha cometido para tener que enfrentar esa situación.
Sin embargo los adultos en ocasiones ante el tropiezo provocado
por un deseo insatisfecho, una decisión equivocada o la
pérdida de un objeto valioso cuya magnitud sobrepasa nuestra
ecuanimidad reaccionamos con rabia, patadas en el suelo, golpeando
puertas o arrojando objetos lo que al cabo de un rato, habitualmente,
nos hace sentir mejor. Consideramos que hemos descargado tensión.
Si bien esta descripción parece infantil es la reacción
que cualquier persona normal podría tener ocasionalmente
y si la proyectamos en la inestable emocionalidad de un preescolar
nos explica claramente el origen de sus pataletas.
No hay que perder la calma, ya que como padres no somos responsables
de esa conducta y las pataletas no son signo de trastorno de personalidad
a futuro. Casi la totalidad de los niños pequeños
tienen estos episodios ocasionalmente, especialmente entre los
dos a tres años, y si son bien enfrentados irán
disminuyendo en intensidad y frecuencia hacia los cuatro a cinco
años.
Dentro de la etapa del desarrollo en que el niño inicia
cierta independencia de sus padres, el decir "no" constituye
para él un factor normal en su búsqueda de autonomía
pero acepta muy mal el "no" que va dirigido a él.
La pataleta es una manifestación de frustración.
El preescolar desea con intensidad tener el control. Ansía
más independencia de la que sus habilidades y seguridad
permite y desconoce sus limitaciones. Quiere tomar decisiones
pero no sabe hacer transacciones y tolera mal los desengaños
y restricciones. Además no sabe expresar sus sentimientos
verbalmente por lo que exterioriza su rabia o frustración
con llanto o retraimiento y a veces con pataletas. Si bien estas
expresiones de emociones no son agradables no debemos considerarlas
peligrosas e incluso serán útiles para el desarrollo
del niño.
A menudo existen señales que permiten anticipar una pataleta
: previamente el niño puede estar más hosco o irritable
de lo habitual y será muy difícil cambiar su humor.
Luego intentará algo más allá de sus capacidades
o pedirá algo que no puede obtener. En ese momento iniciará
un gimoteo y se pondrá más exigente. Nada lo calmará
o confortará hasta que finalmente iniciará el llanto.
A medida que el llanto se incrementa moverá los brazos
y piernas. Podrá caer al suelo e incluso padecer una crisis
de ahogo por detención de la respiración ( apnea
emotiva ) poniéndose morado y llegar incluso a la pérdida
de conciencia, lo que es aterrador para los que lo contemplan.
Afortunadamente esto es benigno y reiniciará espontáneamente
la respiración sin mayores consecuencias.
Un hecho característico es que el niño sólo
desarrollará las pataletas en presencia de sus padres o
personas más allegadas y excepcionalmente ante extraños.
El está poniendo a prueba la existencia de límites
y reglas lo que no hará con personas que no conoce. Cuando
su desafío va muy lejos y es restringido responde con una
pataleta. No debemos considerar que desea conscientemente hacerle
la vida ingrata a sus padres y ciertamente no prefiere a los extraños.
Esta explosión emocional ante nuestros ojos irónicamente
significa que tiene confianza en nosotros.
Por último debemos considerar que esta crisis tiene utilidad
para el niño constituyendo una válvula de escape
de tensiones, facilitando el cansancio y el sueño posterior.
Generalmente al despertar estará calmado y de humor agradable.
Si está enfermo, o existe demasiada tensión entre
la gente que lo rodea, la frustración puede reiniciarse
fácilmente. Los niños ansiosos, enfermos, temperamentales,
con poco descanso o en ambientes tensionados tienden a tener pataletas
más frecuentes.
Prevención
No es posible evitar la aparición de todas las pataletas
y no debemos sentirnos culpables por eso. Debemos considerar que
se trata de manifestación de emociones que el niño
deberá aprender a manejar y nuestro papel deberá
ser ayudarlo en esa tarea. De todas maneras existen medios para
disminuir la frecuencia y/o severidad de ellas siendo muy importante
evitar el exceso de fatiga, ansiedad o frustraciones innecesarias
en el niño.
Un descanso de 15 a 20 minutos, aún sin dormir, puede ayudar.
Si el niño se resiste es útil tenderse junto a él
o leerle un cuento, pero se debe evitar que juegue o hable mucho.
Los hijos de padres excesivamente estrictos o permisivos tienden
a tener más pataletas, siendo mejor la situación
de aquellos hijos de padres con enfoque moderado en la disciplina.
En esto parece bueno considerar límites en cosas importantes
y dejar autonomía en otras áreas de menor cuantía.
Como principio general se considera beneficioso establecer pocas
reglas o limitaciones sólo en aspectos fundamentales, pero
ser consistente con ellas.
Hay que esperar varios "no" diarios de parte de un preescolar.
Él debe probarse a sí mismo y no sería normal
que nunca nos desafíe. En esto debemos establecer niveles
de importancia ante sus deseos y nuestras reglas. Existirán
situaciones de menor seriedad en que es conveniente que se salga
con la suya, por ejemplo elección de ropa aunque pensemos
que no combinan los colores. En otras ocasiones, cuando hay algún
tipo de riesgo por ejemplo acercarse a un balcón, no existe
alternativa y no podrá hacer su voluntad. Si es preciso
habrá que tomarlo firme pero con cariño y evitar
el riesgo respondiendo siempre de igual manera ante esa situación
haciendo además que todos los adultos reaccionen igual.
No podemos esperar que estos hechos los acepte de inmediato y
deberemos ser constantes y pacientes hasta lograr la aceptación
de la conducta deseada.
Conducta
Tal vez lo más importante es mantener la calma. Como padres
somos modelos para nuestros hijos y en la medida que gritemos
o reaccionemos con rabia no lograremos cambios favorables.
Una atmósfera tranquila ayuda a recuperar el control y
en particular tomarlo, abrazarlo o hacer comentarios distractores
del tipo " me pareció ver un pajarito lindo",
lo que puede evitar una gran explosión pataletera.
El sentido común y el humor son fundamentales en el modo
de lograr aceptación de las ordenes por el niño.
"Vas a bañarte" no es lo mismo que "hagamos
una carrera al baño".
Tiene importancia evitar largas y complicadas explicaciones de
las reglas. El justificarlas ante un pequeño de dos o tres
años solo servirá para confundirlo no permitiéndole
tener claro que son las cosas fundamentales y cuales son debatibles.
Al crecer el niño se podrá explicar las razones
de nuestras reglas en forma breve y clara.
Conviene también acompañar al niño a efectuar
alguna cosa contra su voluntad, por ejemplo ordenar juguetes ofreciéndonos
a ayudar, lo que permite verificar el cumplimiento. Esto tiene
especial relevancia si es una orden que está relacionada
con la seguridad del niño.
Finalmente nunca hay que olvidar que la pataleta tiene algo de
actuación y nosotros somos el público, por lo que
si nos alejamos o dejamos al niño sólo por unos
minutos comprenderá que ese recurso es poco efectivo e
irá a buscar otro.
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