shapeimage_2

domingo 17 de mayo de 2009

shapeimage_3

El Camino se hace transitado

La partida de Palas fue nuevamente en un día gris y lluvioso. El mayor, y tal vez único, inconveniente de esto era que la ropa que intentábamos lavar no secaba.
Ya no quedaba más que reír al ver una vez más a Paul, con aspecto acongojado, tanteando alguna prenda o instalando complicados artilugios para poner esas prendas e intentar secarlas.

P1020073-filtered

En un tramo de carretera apareció un letrero anunciando Santiago a 65 km.
Para mi sin embargo eran más hermosos y estimulantes los hitos de piedra tal como este que poco después, y en un bello paraje nos acercaba otros 2,5 km.

P1020074

¡Que deleite ver esas señales y sentir el aire puro y el canto de pájaros que nos acompañaba!

P1020077-filteredP1020079

59 km, que increíble como caminar apenas 3,5 puede ser tan agradable.

P1020080-filtered

En ese día conocí además el cabeceiro. Se trata de un gran canasto de ramas con techo de paja montado en una piedra plana que impide el paso del roedor, como me explicaron. Sin duda se trata de un hórreo primitivo.

Algo más adelante nos cruzamos con un grupo de franceses.
Luego de un cordial intercambio de saludos descubrí a Paul explicando con algo de orgullo que yo era su amigo y compañero de ruta y además un chileno que hablaba francés.
Ya cuando en ese idioma les expliqué el asunto de los hórreos y cabeceiros se sintieron sorprendidos y me permití bromear con ellos señalando que en mi país todo el mundo habla francés como segunda lengua y algunos además inglés.
Por algunos segundos Chilito se destacó como el paraíso del poliglotismo pero finalmente confesé que simplemente era producto de los esfuerzos de un liceo francés y tal vez parte de los impuestos de sus padres.
Al despedirnos, por mi intermedio, felicitaron a mis profesores.

Llegados a Melide comprobé una vez más la variedad de señales de orientación
del Camino.

P1020090-filteredP1020092P1020094

Conseguimos con mayores dificultades y a mayor precio una estrecha pieza en una pensión donde no tuvimos calefacción y vimos llover toda la tarde.

Leí la edición dominical de El País de cabo a rabo, lo que me evitó mayor hastío.

La esperanza estaba puesta en la cena donde esperaba enfrentarme a los reputados pulpos gallegos y sus vinos blancos.

Para mejorar mi día conocí una bella hada que lamentablemente estaba acompañada por un orco.