
lunes 18 de mayo de 2009
Luego de Melide las guías habitualmente ofrecen una jornada de 33 km para llegar a Pedrouzo y desde allí otra marcha de 20 para finalizar el Camino en Santiago.
Para nosotros era preferible acortar estas etapas aunque prolongáramos los días.
Ciertamente eso nos dejaba en mejores condiciones y disfrutábamos más la marcha misma así como los descansos al final de la jornada.
Pero no era todo. Creo que ya ambos sentíamos que la meta se acercaba y la temíamos.
Suena curioso lo que acabo de escribir pero por mi parte ya había logrado aclarar que mucho de mi deleite estaba justamente en el Camino. En este transitar lento y esforzado, donde cada metro importa pero facilita apreciar sitios y situaciones variadas y de gran riqueza. Además ese caminar, ver, sentir, permite a la mente divagar y se logra una especie de meditación o introspección que a ratos se hace fascinante.
Compartidas estas y similares consideraciones decidimos caminar sólo 11 km ese día y llegar hasta el Albergue de Ribadiso da Baixo, del que teníamos las mejores referencias.
Fue una muy grata jornada. Ya no llovía y si bien el cielo mostraba abundantes nubes los rayos de sol asomaban con frecuencia e iluminaban el campo entibiando cuerpo y espíritu.
Nuevamente la marcha fue por senderos rústicos y de gran belleza.
Aunque las lluvias recientes habían inundado algunos sectores, en otros los esfuerzos previos ante los muchos riachuelos dejaban un cómodo paso.
En algunas ocasiones el camino se acerca a pequeños poblados y eso me permitió descubrir otro tipo de hórreo, tal vez más utilitario y moderno.
Ya las señales denotaban a las claras que se trataba de lugares con buen flujo de viajeros.
Tras un viejo puente de piedras apareció el bello Albergue de Ribadiso.
Al inscribirnos en el Albergue conocí a un viajero irlandés, Sean, quien caminaba junto a su esposa y cuñada. Al enterarse de mi lugar de origen me estrechó la mano con efusión y su sincera frase :
- Sir, welcome to Europe !!
Valió más que muchos timbrajes de aduana previos.
Finalmente nos recompensamos con una deliciosa caña de cerveza y anacardos.