
martes 19 de mayo de 2009
Una etapa tranquila de 20 km.
Nuevamente salimos con niebla desde el Albergue de Ribadiso pero gratamente reconfortados con un buen desayuno en la cafetería adyacente.
Aprovecho de mencionar que el encargado permaneció trabajando desde que llegué el día anterior pasado mediodía y toda esa tarde. Luego que me retiré después de la cena temprana, alrededor de las 8 de la tarde, él permanecía en labores.
A nuestra salida del albergue a las 7 am ya la cafetería funcionaba y él estaba sonriente tras el mostrador.
Al despedirnos, además de agradecerle la excelente atención, lo felicité por su dedicación.
Como ya dije, la niebla nos acompañó inicialmente pero pronto apareció un bello día soleado que nos regaló el cielo más azul que veía en mucho tiempo.
Pronto pasamos Arzúa que nos despidió con su monumento al peregrino.
Ya el Camino tenía mayor cantidad de viajeros y era impactante dar o recibir saludos de quienes iban en el mismo sentido aprovechando de averiguar de donde venían.
Siempre recibí la más cálida de las sonrisas y un sincero deseo de ¡ Buen camino ! de todas las personas con que me crucé.
Estas fotos de esa mañana la recibí más tarde de parte de Paul. Gracias. El de la mochila azul soy yo y llevo los bastones del fotógrafo en la superior. En la otra estoy bajo el hórreo más exótico del Camino.
Incluso comenzaron a aparecer quienes lo hacían raudos en bicicleta lo que me hizo considerar la posibilidad de intentarlo en otra ocasión por ese medio, si tengo suerte y tal vez alguien se entusiasme y acompañe.
En el hito de los 30 km no pude evitar pedir a Paul que tomara la foto que ven acá. Ya apenas 30 km para Santiago, la meta anhelada.
¡ Que magnífica sensación !
Sentir ese aire puro, los olores del campo, ruidos de animales y de nuestros pasos que nos hacen avanzar en medio de tanta belleza.
Si bien al ver la foto puedo percibir bastante satisfacción en mi cara y actitud, claramente puedo decir que lo que más sentía era mi corazón lleno de gratitud por poder estar allí.
Y el Camino continuaba sorprendiéndome con su paz y belleza.
Finalmente, a un costado de la carretera apareció el Albergue de Santa Irene.
Obviamente dada nuestra planificación de jornadas cortas fuimos los primeros en decidir que ese era “nuestro” albergue por ese día.
Este aún estaba cerrado pero fue un agrado sentarse al sol y ver pasar a muchos peregrinos que preferían seguir a Pedrouzo, 4 km más adelante y con mayores comodidades.