
lunes 4 de mayo de 2009
Ya en mi primer día en Oviedo comencé a notar unas extrañas indicaciones.
La más llamativa era una hermosa concha de bronce que se repetía en algunas veredas.
Al iniciar mi camino apareció la primera flecha amarilla que me orientó y dio ánimos haciéndome sentir claramente que no estaba solo y que mis pasos simplemente seguían los de muchos otros que me precedieron.
En algunos lugares las indicaciones eran bastante obvias y en otros más sutiles.
Muchas veces la guía eran los pequeños monolitos con la concha y coronados por bastantes piedras y a veces flores.
Me costó entender de que se trataba. Sin embargo en muchas partes del camino dejé mi propia piedra sobre ellos deseando aliviar un poco el peso de mi mochila al compartirlo, aunque fuera simbólicamente, con Santiago. En otros simplemente dejé una flor del camino para agradecer estar ahí.
Como dato acerca del cual no haré mayores comentarios, en Asturias y por lo que me pude informar en casi todo el camino, los rayos de la concha convergen señalando el sentido del camino, como se aprecia en la flecha del monolito superior a mi lado. En cambio en Galicia el sentido se invierte y es el rayo mayor el que señala el sentido. Como ya dije no haré comentarios.
Algo antes de llegar a Melide este mensaje me pareció bastante subversivo.
En otras ocasiones era el mismo camino que se anunciaba.
A medida que nos acercábamos a Santiago aparecieron mensajes que nos impulsaban a aligerar el paso y el espíritu.