
jueves 7 de mayo de 2009
Mi primera noche en albergue colectivo no fue buena.
Al hecho de haber llegado último y con el albergue casi completo, lo que me dejó un litera alta, se sumó el que Barcelona Fútbol Club disputara esa noche su paso a la final de la Liga de Campeones ante el Chelsea.
Esto hizo que un grupo de peregrinos que se movilizaban con un coche de apoyo, como me enteré después, fueron a ver el partido y llegaron eufóricos a las tantas de la noche con la clasificación del Barça.
En resumen que entre el catre que se movía, los ronquidos de los afortunados que dormían, las luces que prendieron al llegar los forofos y las idas al baño de esos mismos forofos casi no dormí.
Al otro día ya a las 6 am comenzó el movimiento de gente que se preparaba para salir. Inicialmente en forma tímida alumbrados por linternas y ya a los pocos minutos con todas las luces encendidas.
Como mi tremenda inexperiencia me hizo suponer que tendría la posibilidad de comprar alimentos en el refugio, lo que no era cierto, sólo tenía agua para desayunar.
Al hacer nuevamente mi mochila para salir decidí abandonar parte de la ropa que llevaba en un intento de aligerar peso y volumen.
Salí de los últimos del albergue tanto por mis dificultades en guardar mis cosas y organizar la mochila como por pudor para tener un baño más tranquilo.
Afortunadamente a los pocos kilómetros, luego eso si de una importante subida, llegué a una cafetería donde disfruté de un excelente desayuno.
¿Será el agua lo que hace tanto mejor el café en esas tierras?
En ese momento comprobé que había logrado un muy buen paso y alcanzado a tres caminantes que habían salido antes del mismo albergue y que obviamente estaban bien preparados en la marcha. Tanto así que me sentí capaz de caminar junto a ellos.
Eso hicimos por algún tramo hasta que cerca de Cornellana donde se construía una nueva carretera perdimos la senda. A esa altura yo simplemente los seguía y para mi consternación de pronto estábamos en un bosque en la ladera empinada de un cerro y sin posibilidad de avanzar. Para mi la opción era desandar el camino pero ellos decidieron subir por el bosque ya que estimaron el error se había producido al descender en las obras.
Total que nuevamente debí seguirlos y ahí se hizo evidente para mi que el peso de mi equipo era excesivo. Vale decir caminando en terreno llano o cuestas moderadas me arreglaba bien pero trepando como cabra por un ladera boscosa y empinada la cosa era ciertamente diferente.
Afortunadamente ellos tenían razón y retomamos la senda correcta al cabo de pocos metros.
Pronto comprendí que mi ritmo de marcha nada tenía que ver con el de ellos por lo que luego de un pequeño descanso donde bebimos agua y comimos, preferí descansar algo más y nos separamos.
De ese modo seguí nuevamente en solitario mi camino.
Finalmente llegué a la población de Salas alrededor de las 15 horas.
En Salas comencé a conocer a Paul y esa noche disfrutamos de una excelente cena de peregrinos. Lo de cena de peregrinos viene del hecho que en la mayoría de los restaurantes y cafeterías del camino se ofrece un menú así llamado y que por 7 a 10 euros entrega opciones de dos a cuatro entradas y un número similar de platos de fondo acompañados con pan, agua y/o vino, postre y/o café. Esa noche la cena fue especialmente suculenta y pude constatar el buen apetito de mi acompañante.
En la iglesia del pueblo aprecié por primera vez el realismo de las imágenes religiosas, apropiadas para despertar emociones antes de los “mass media”.
Allí el albergue es bastante inhóspito, lo que no es raro ya que era el calabozo del pueblo. Lo bueno fue que al ser pequeño, sólo 6 plazas, dormimos únicamente caminantes y el descanso fue mejor.
Foto del albergue de Salas desde mi litera.