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miércoles 13 de mayo de 2009

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Nuevamente la niebla me saluda al iniciar la marcha.

Hasta ese momento había viajado simplemente apoyado en un breve folleto turístico de los caminos a Santiago en Asturias (A Santiago por Asturias, 2009, Infoasturias) y por supuesto mucho preguntar y recibir apoyo de otros peregrinos.
Como en Galicia ya mi guía no servía revisé en Internet y la guía del
Camino de Consumer Eroski me pareció especialmente adecuada por lo que imprimí las etapas que faltaban.
El tramo de hoy, 23 km, decidí hacerlo una vez más en solitario ya que me sentía muy a gusto en la caminata y de todas formas sabía que compartía el trayecto con las otras personas a las que encontraba en las tardes en los albergues.
Nuevamente el Camino me sobrecogió con su belleza al pasar por campos y senderos agrestes. Temprano estaba nublado pero pronto salió un hermoso sol.
En el alto de Montouto pude ver como la niebla se disipaba en los valles quedando una parte de ella atrapada en las telarañas.

P1010909_1.JPG La niebla se va.

Pero las arañas la retienen. P1010900.JPG

Igualmente gracias a un atinado consejo de la guía preferí realizar una parte por carretera con lo que evité un tremendo ascenso por un camino barroso. Esto me lo confirmaron más tarde otros viajeros.

Con esto me sentí muy capaz y la verdad es que fue uno de mis mejores días de marcha.

Las mayor parte de las señales tenían anotado los kilómetros que faltaban lo que indudablemente estimulaba el ánimo.

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¡ 147, 655 Km faltan. Ya llevo más de la mitad !

Al llegar al agradable albergue de Cádavo ya estaba Monsieur Paul instalado y más tarde me hizo participar de una deliciosa sopa que preparó para recomponer el cuerpo.

En ese refugio también existe la buena costumbre de dejar el calzado de marcha a la entrada para ventilarlo. No pude evitar sacar una foto de esa hilera de botas que bien reflejan lo que sus dueños hicieron en el día.

P1010920.JPG Botas recuperándose.

Para mi paranoia cerca de esa entrada se paseaban dos perros sueltos, lo que no es para nada habitual en Europa.

Recordando las nefastas costumbres de muchas de mis mascotas caninas manifesté mi temor que pudieran sentir atracción por mis botas y me dejaran “lisiado” para el resto del Camino.

Al manifestar esta aprensión a un compañero de viaje, español él, no tuvo empacho en tranquilizarme diciendo :

- Que va, estas mierdas no las quieren ni los perros.

Tenía toda la razón.