
martes 5 de mayo de 2009
La verdad es que el pueblo de Cienfuegos existe en Asturias pero no es para nada el sitio más popular del Principado.
Una vez en Oviedo en mi primera consulta en la oficina de turismo, una señorita muy amable recurrió a varias guías hasta encontrarlo. Cienfuegos en el concejo de Quirós. Ese día era domingo y no quedó muy clara la mejor manera de acceder a ese lugar.
Volví a consultar al otro día y esta vez si supe que la mejor opción era un bus hasta Bárzana, capital de Quirós, que quedaba muy cerca de “mi” pueblo.
Antes de mi viaje me inscribí en el albergue de peregrinos y obtuve la credencial para empezar el Camino de Santiago a la vuelta de Cienfuegos.
Esa noche tuve el susto de la temporada.
Al volver a mi hotel pensando ya en descansar y prepararme para salir en la mañana temprano a la estación de buses, descubrí con espanto que el bolsillo de mi pantalón estaba abierto y la billetera no estaba.
Estaba en la habitación y la revisé no encontrando la billetera por ninguna parte.
Aterrado salí a la calle a rehacer el camino que acababa de realizar y volví al bar donde había comido un bocadillo.
No había rastro de ella. Lo peor era que aparte unos pocos euros dispersos por ahí, allí tenía las tarjetas de crédito y el total del dinero que había retirado para los próximos días.
No lo podía creer.
Al cabo de varios minutos decidí que debía volver al hotel y proceder a bloquear las tarjetas e incluso considerar la posibilidad de abortar mi viaje en caso de no lograr reponer las tarjetas o al menos alguna.
Con creciente angustia fui a coger el teléfono y al moverlo para iniciar las llamadas de auxilio: ¿Que veo?.
La bendita billetera que había dejado o más bien se había escondido bajo unos papeles.
Como llegó allí nunca lo supe pero mi alivio fue inmenso.
Quizás ese fue el primer mensaje que me mandó el camino y lo quise entender como la necesidad de privilegiar lo espiritual sobre lo material.
Me costó dormir esa noche y debí salir en taxi al otro día para llegar a tiempo al bus.
En Bárzana alojé en el Hotel Valle de Quirós y me enteré que la única forma de llegar a Cienfuegos, 8 km cerro arriba, era en taxi o caminando.
Afortunadamente la chica taxista del pueblo estaba libre y luego de mi rápida toma de posesión de la pieza y compra de un mínimo cocaví, partimos al ya mítico Cienfuegos. Se comprometió de paso a irme a buscar en la tarde luego de cumplida su tarea de llevar niños de retorno del colegio.
Para mi fue muy emocionante ver por fin las viejas casas de piedra del villorio. Allí además vi por primera vez unas curiosas construcciones encaramadas sobre pilotes y grandes piedras que después supe eran los hórreos.
Caminé por las calles y salí hacia el campo. Sentí los cencerros de las vacas y los sonidos de la naturaleza.
Me maravilló la fuente de agua y su paz y quise creer que alguna vez alguien como yo bebió de ella.
La Fuente de Cienfuegos.