
sábado 23 de mayo de 2009
Mis viejas y queridas botas en Barajas antes de emprender vuelo.
El día sábado 23 de mayo, poco antes de las 5 de la tarde, en el Aeropuerto de Santiago de Compostela recibí el auto que había arrendado y que debía devolver en Madrid, Barajas, el jueves 4 de junio cuando tenía el vuelo de regreso.
El día anterior había culminado el Camino de Santiago llegando hasta el faro de Fisterra o Finisterre junto a Paul.
Esa última parte la hicimos en bus.
Es un recorrido de 90 km y tarda 3 horas con numerosas detenciones en pequeños pueblos del camino.
Una vez en el pueblo de Fisterra quedaba un último tramo de 2 o 3 km que hicimos a pie para llegar al faro y ver la inmensidad del océano Atlántico.
Sentado ante ese mar y mientras algunos celebraban con champaña y otros quemaban alguna prenda de ropa, según indica la tradición, compartí por unos instantes la angustia y pasmo de antiguos celtas y romanos que veían desaparecer el sol en esas aguas e imaginaban la oscuridad y seres aterradores que habitaban más allá.
Sin duda era el fin del mundo.
Había regresado en tiempo y espacio para estar aquí.
Yo vengo de ese fin del mundo, más allá de donde desaparece el sol.
Para volver a mi tierra y gente aún debería seguir ese sol y sentí que el Camino permanecería ya para siempre conmigo.
Hoy a miles de kilómetros y meses de ese viaje y ese día sigo pensando que lo hizo tan especial.
Tanto como para seguir intentando expresarlo en estas disgregadas meditaciones.
Sin duda es una historia mínima.
Un individuo corriente desea acercarse a sus orígenes, o lo que cree son sus orígenes.
Inicia el camino y si bien se siente solo, a poco andar descubre que no lo está.
Lo que hace ya lo han hecho y siguen haciendo otros muchos y la mayoría siente o ha sentido lo que él siente.
Eso lo reconforta.
Esa comunión lo acoge y da fuerzas y renueva la alegría de realizar.
Planificar un pequeño objetivo, no tener más afán que cumplir el simple plan del día.
Sentir satisfacción al ver realizado ese anhelo diario y verlo renovado día a día.
Y al mismo tiempo sentir que somos varios los que en eso andamos.
Compartir.
El esfuerzo y el descanso. La risa y la admiración. Una sonrisa y un buen deseo.
Por otra parte el recorrido tiene una tradición que hay que honrar y agradecer.
Muchas veces sentí que caminaba siguiendo pasos de muchos otros que ya lo habían hecho.
Del mismo modo la amabilidad y apoyo de la gente que me veía pasar era un magnífico aliciente para persistir.
¿Descubrí algo?
Creo que nada nuevo, pero si puedo decir que esa caminata fue un verdadero compendio de mi vida.
Dicen que poco antes de morir se ven pasar los principales hitos de lo que fue la vida.
En este caminar muchas veces medité en lo que hice o pude hacer y cada simple etapa llegó a ser un capítulo
Lo que me hizo agradecer y alegrarme por estar vivo.
Y así, sintiéndome humildemente feliz, hoy 23 de mayo 2009 me subo a mi vehículo, un traqueteado Opel Corsa, bien dotado de NeverLost eso si, para partir hacia Portugal.
Tengo otros 12 días por delante antes del retorno.