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miércoles 6 de mayo de 2009

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Salí de Escamplero bastante contento e impulsado por la coca cola graciosamente obsequiada me sentí capaz de caminar todo lo necesario hasta el próximo albergue : San Xuan de Lleñapañada en Grau, según me informó mi benefactora de la coca cola y mi guía confirmaba como San Juan en Grado.

Caminé por campos y borde de carretera por varias horas y comencé a familiarizarme con las señales del camino y en especial con los hitos o mojones. Estos con el sentido de la concha me parecían especialmente amables y confiables.

Por fin ya cerca de las 18 horas vi que Grado se aproximaba.

En un momento perdí el rumbo ya que parecía que podía seguir por la carretera, lo que no me agradaba, o tomar a través de un caserío y salir nuevamente al campo.
En ese trámite desaparecieron las flechas o conchas.

Afortunadamente apareció un niño quien se acercó a mi movido por la curiosidad y me indicó el rumbo caminando unos pocos metros a mi lado. Se llamaba Diego y manifestó gran sorpresa al saber que yo venía desde Chile y que tenía además un nieto con su nombre.

De ese modo comencé a avanzar por lo que parecía un parque de las afueras de Grado donde paseaban bastantes personas.
Yo creía que ya estaba llegando al albergue y caminaba cansado y cubierto de sudor pero bastante satisfecho.

En ese momento se acercó un paseante y su perro.
Amablemente se informó acerca desde donde venía y mi condición de peregrino. Igualmente le llamó la atención lo grande de mi mochila.

Al preguntarle por el albergue señaló que estaba a unos tres kilómetros y se ofreció a llevarme en su vehículo.
Considerando mis ropas empapadas preferí agradecer y declinar su ofrecimiento. Entonces con gran gentileza pidió permiso para caminar a mi lado y acompañarme un trecho.
Así supe que Domingo, como era su nombre, pertenecía a un grupo de amigos del Camino de Santiago y acostumbraba mantener en orden las señales y ayudar a peregrinos.
Ya con más confianza y ante su nueva oferta de completar el recorrido en su vehículo pude manifestarle mi preocupación por el estado de mi ropa lo que desechó alegremente.

Finalmente me embarqué en su auto y en pocos minutos no pude menos que agradecer su ayuda.
Los tres kilómetros que quedaban eran con una subida impresionante que sin duda me hubiera hecho sufrir más que todo lo que ya había caminado.

De ese modo llegué a mi primer albergue de Peregrinos.
Domingo

Logré el segundo
sello o timbraje en mi credencial, ya que el primero había sido estampado en Oviedo al entregarme el documento, y obtuve autorización para ingresar en busca de mi cama.

Estaba tan cansado que ni hambre tenía y al cariñoso ofrecimiento de compartir vituallas de otros peregrinos que me acogieron con amabilidad, sólo acepté un pan con chorizo y un vaso de vino.
Estaban deliciosos pero mi fatiga no me permitía comer por lo que solo bebí agua y más tarde una naranja.
Por supuesto también obsequiada.