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jueves 14 de mayo de 2009


Paseo


¿Quieres ser mi amigo?

Que hermosa frase descubrí cuando, al ver un niño nuevo en mi calle, la niña que estaba conmigo se la dijo a ese chico que por allí pasaba.
Y que fácil era serlo luego que él dijera que si.

Hasta los 4 años fui un niño solitario.
Hasta ese momento hijo único, medio recuerdo, o el relato familiar me hizo adquirir, la imagen de tardes pasadas pescando instalado en el pasto del jardín en una bañera de hojalata con un palo y un cáñamo. Solo.
A esa edad llegó mi hermana pero igualmente mi familia se cambió a otro barrio y cerca vivían, por suerte, otros niños.
Con susto, ya que según mi madre en la calle pasaban elefantes, comencé a asomarme a la reja a ver el mundo.

En esos años se podía salir a jugar en la calle y no se corría riesgo, incluso más adelante jugué interminables pichangas callejeras y a lo más las interrumpíamos brevemente mientras pasaba un auto.

Y pronto comencé a salir.

Conocí cosas raras como perros montados y luego pegados a los que se echaba agua, o hermanos que jugaban a la pelota, ya que todos se llamaban “huevones”. Un carro tirado por caballos que pasaba en las mañanas vendiendo leche o paseos a comprar pan a la esquina.

Comencé a desear conocer más. Saber que hay más allá. Y escaparme.

Un primer escape que me llevó a recorrer 6 o 7 cuadras hasta la casa de unos amigos de mis padres, ante cuya asombrada dueña de casa me presenté con un “yo puedo cholo”.
Y el castigo consiguiente donde encerrado en mi pieza escuchaba a los pajaritos que me llamaban a salir para seguir jugando.

Y tuve mi primer amigo.
Como jugamos y cuantas cosas hablamos.
Aprendimos a chutear una pelota en interminables arco a arco. Y luego en eternas pichangas donde era bueno estar en el mismo equipo.

¡ Que fantástico es tener un amigo !

¿Y que es un amigo?

Probablemente cada uno tiene su propia definición y al pensar en nuestros amigos salvo un tibio regocijo en el corazón que compartimos al recordarlos, cada uno puede sentir diferente.

Para mi mucho de la amistad está en el compartir.
Estar juntos en lo bueno o lo malo.
Volver contentos después de haber ganado la pichanga comentando una y otra vez las buenas jugadas o tristes por la derrota inapelable.
Ser capaces de reconocer que nos gusta esa niña para después decidir ir juntos al cine a la matiné, y tal vez verla.
Así creo podemos tener un amigo que vemos unos instantes u otro que nos acompaña por muchos años.
Pero siempre es bueno estar junto a él o ellos.

En el Camino volví a sentir eso.

Llegué a Lugo destrozado y creí que ya no podía más.
Sentía que debía quedarme unos días. Descansar y tal vez incluso reconsiderar la prolongación de la marcha.

Vi a Paul. Él estaba contento y se veía feliz y descansado. Yo sabía que sus rodillas lo complicaban e incluso lo habían hecho abandonar en su intento anterior.

No lograba entender del todo como si salíamos al mismo tiempo, o incluso él algo después, llegaba tanto antes y en buena forma al albergue.
Fuimos juntos a almorzar.

Le expliqué mi agobio. Mi temor, mi deseo de parar.
Caminamos.
Conocimos las viejas murallas de Lugo y su catedral.
Compramos vituallas en un supermercado cuyo importe compartimos.
Vimos a Lydie feliz ya que había descubierto en ese mismo supermercado máquinas de lavar, y más importante secar ropa, donde iba a hacer su colada.

Me acompañó a evaluar precios y condiciones de habitación en pensiones cerca del albergue donde no podría permanecer después de la próxima mañana.

Esa tarde compartimos la cena.
La compartimos con otros caminantes.

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Los tres españoles de San Juan que ya conocía, y los nuevos amigos del País Vasco.

Entendí que si ponen diarios en la mesa es por respeto al que llegará mañana.
Que un vino es mucho mejor si se comparte.
Ofrecer un tomate o un trozo de pan es darte consideración y aprecio. Es decir, como cuando éramos niños y más inocentes: ¿Quieres ser mi amigo?
Y si recuerdan a otro peregrino mexicano, médico él, tan majo, tal vez mañana también recuerden a este peregrino, chileno, y también médico. ¿Majo, tal vez?
Y al saber que soy médico me dedican unos chistes que me hacen reír con ganas, como ciertamente lo necesitaba.

¿Saben el del niño esmirriado que llevan al pediatra?
Estaba el pediatra en su consulta y llega una señora de buen ver con un niño en brazos.
La señora desea saber que pasa con el niño ya que no sube de peso.
El médico lo examina, revisa concienzudamente, lo pesa y mide y concuerda en que el chaval está bajo de peso.
Pregunta :
- ¿Como se alimenta el niño?
- Con pecho únicamente. Dice la dama.
Intrigado el facultativo solicita ver los pechos de la señora.
Ella duda un poco pero accede y se saca la camisa y sostén.
El profesional se acerca, los mira detenidamente. Los coge con sus manos y palpa con habilidad y en forma prolongada. Estimula pezones. Vuelve a palpar y sopesar.
Finalmente se dirige a la señora y le dice:

-Señora ahora me explico todo, Ud. no tiene leche.

  • -Pero doctor que leche voy a tener si yo soy la abuela.

¿Y saben el del matrimonio en luna de miel en Marruecos?

Por allá por los años 70 una joven pareja de Guipúzcoa decide casarse y como obsequio de luna de miel amigos y parientes les regalan un viaje a Marruecos.
Primera vez que volaban y partieron algo nerviosos.
Afortunadamente el hotel era de primera categoría. A todo lujo.
Exquisita comida, bella habitación, esmerada atención.
Al cabo de 3 o 4 días la chica solicita realizar alguna otra actividad.
El hombre ve que existe un show esa noche en el mismo hotel por lo que accede.
El show incluía cena y estaba todo de lo mejor.
Como parte del espectáculo anuncian al Príncipe Asdrúbal.
Sale un tremendo negro, alto y musculoso, cubierto únicamente por una capa dorada y luego de realizar varios actos de fuerza en medio de redoble de tambores anuncia el acto máximo de la noche : Cascar nueces con los cojones.
Coloca varias nueces en una mesa, coge los cojones y los deja caer con fuerza destrozando las nueces provocando aplausos y algunos suspiros de la concurrencia.

Pasados varios años esta pareja seguía felizmente casada.
Para celebrar sus casi 40 años juntos el marido decide invitar a la dama a repetir la luna de miel en el mismo hotel de Marruecos.
El hotel, si bien algo más ajado, seguía con buena comida y atención.
Ya en la primera noche el hombre invita a su pareja a ver el show.
Espectáculo similar y para la sorpresa de ambos nuevamente anuncian a Asdrúbal.
Sale el negro. Se veía bastante bien, tal vez un poco más macizo y con pelo cano.
Repite su acto de fuerza y esta vez anuncia que finalizará rompiendo cocos con los cojones.
Coloca dos o tres cocos en la mesa y ¡zas! los rompe como anunció.
Finalizado el show la pareja decide invitar al negro para compartir sus felicitaciones y un trago.
En ese momento el hombre lo saluda, menciona que lo conocían hace casi 40 años pero lo que no entiende es si antes rompía nueces, por que ahora lo hace con cocos.
Asdrúbal, agacha su cabeza y algo contrito responde :

- Es que ahora tengo mala vista.

Y finalmente tal vez el mismo a quien yo había impedido violentamente entrar al baño en Fonsagrada.
Me preparaba para ducharme. Estaba listo para hacerlo y al pasar desnudo frente al espejo me detuve sorprendido al ver las marcas de las correas de la mochila en mis hombros. Estaba en eso cuando al ver que la puerta se comenzaba a abrir la cerré en sus narices con un perentorio : ¡Ocupado!

El mismo a quien escuché poco después, sin saber quien mierda era yo y posiblemente creyendo que era cualquier cosa menos hispano parlante, ya que me escuchaba chapurrear en languedociano con Paul o tarzanic english con Tom, describir la situación que había vivido a sus amigos con justa indignación como :

-Pues el tío estaba en cueros mirándose al espejo y no me dejó entrar al baño.

Si, el mismo que me aconsejó como organizar la mochila y con que y, lo mejor, me regaló unos tapones de oído que me permitieron dormir como nunca.

Al otro día decidí que no necesitaba más descanso y seguiría la marcha.

Paul tuvo la hombría de confesar que a veces hacía autostop.

Ciertamente con sus rodillas y fracaso anterior yo haría lo mismo.
Estuvimos de acuerdo en seguir juntos, poco a poco. Sin autostop pero jornadas breves, con muchas fotos y detenciones.
En suma estar juntos y disfrutar con mucha calma y deleite lo que nos quedaba del Camino.

Así, al otro día, temprano, reinicié el Camino junto a un amigo.

Por diversos motivos escribir esta etapa y la anterior me había costado mucho. Ya llevaba más tiempo rumiándola que toda la duración de mi viaje.
Y sabía que esa etapa reflejaba un momento importante en el que mi Camino cambió. Tal como cuando cumplí 40 años y descubrí con horror, y luego acepté con cálida resignación, que lo mejor de mi vida había pasado. Que las posibilidades se cerraban y no había más que aceptar el pobre mañana y disfrutarlo.
En eso estaba y una amiga y ex compañera de U me mandó un mail con esos típicos mensajes en power point. Habitualmente no los abro y dejo pasar.
Por consideración a ella lo abrí.
Era de la amistad y los amigos. Y entendí lo que sentí en Lugo y lo que me hizo superar el cansancio.
Eso quiero expresar y agradecer a los amigos de ahora y siempre que me acompañan en el Camino.